Lección aprendida: lo que comienza bien, termina bien.  


Eugenio Gil Gil

        No me referiré al contenido del discurso del Sr. Presidente de la República al instalar, por primera vez, una Legislatura, como tampoco al de cada vocero de los partidos en la oposición. Sólo aludiré a las reglas de la democracia, aplicadas. Sí, esas que algunos desprecian, porque lo informal está inn. Comenzó esta reciente guerra contra las formas, con una lectura y ejercicio exagerados del neo-constitucionalismo, que ha traído muy buenas cosas, pero en su extrema aplicación menosprecia cualesquier formalidades, e incluye a todas dentro del conjunto mayor de los formalismos. Desprecio que, en Estados Unidos de N.A.  pusieron de moda varios profesores de importantes universidades, como Yale y Harvard, uno de ellos de esta última, Dunkan Kennedy, portaestandarte de un movimiento o escuela del derecho (bueno, ellos repudian esa categoría) denominada Critical Legal Studies, de cuyos postulados, algunos son acertados, como la reforma a la enseñanza del derecho y el sentido humanista de la profesión de abogado.

Comenzó esta reciente guerra contra las formas, con una lectura exagerada del neoconstitucionalismo, que ha traído muy buenas cosas, pero en su extrema aplicación menosprecia cualesquier formalidades

        Acerca de la democracia muchos dogmas y conceptos sustanciales existen, y se esgrimen a diario. Pero, difícilmente hay acuerdo entre sus pontìfices. El principal problema radica en la etimologìa del concepto, porque el "pueblo" en Grecia, para no hablar de la democracia en un estadio tribal, no era el mismo de los revolucionarios franceses, ni el de las huestes de Lincoln, como tampoco tenemos claridad a quiénes se refiere nuestro primer mandatario, que lo invoca para defender, como le corresponde por obvias razones, sus propuestas de reformas, que a algunos gusta y a otros no, según los particulares intereses que se defiendan. 


        En este sentido, la democracia, en una perspectiva práctica, es más verbo que sustantivo. Nadie, ni en las democracias directas, puede hacerse dueño de la razón, simplemente porque suman más que otros.  Ni en las indirectas, arrogarse la exclusiva vocería del pueblo. Es, por tanto, el respeto por las reglas de juego prefijadas las que confieren atributo democrático a las decisiones tomadas por quienes conforman mayorías aritméticas en órganos colectivos, a los que permea la Constitución, sin que ello garantice acierto, ya sean simples, absolutas, calificadas o especiales. Además, se vive en democracia real cuando se respetan los derechos de las minorías: garantías mínimas para deliberar, libre expresión de sus opiniones y no discriminación, y el acatamiento a las formas y solemnidades, en virtud del principio de legalidad. Todo ello, con sumisión a la ética pública y  bajo un buen criterio de gobernanza. Para decirlo màs coloquialmente, nadie está por encima de la ley, como se lo han recordado recientemente a varios altos servidores del Estado, y toca seguir haciéndolo.

 

       Pues bien, en primer lugar cabe destacar la dirección de la sesión por quien ejercía la presidencia del Congreso, con calidad de senador actual, Alexander López, de conformidad con las reglas vigentes, esto es, las de la Ley 5ª de 1992, art 12, que también prevé otras situaciones interesantes en su artículo 13. Algunos podrán decir que son “formalidades”. Sí, como también lo son las consagradas en el Código Civil y cuya inobservancia acarrea la consecuencia del artículo 1741 del Código. Tan importantes, que ese es el continente de los derechos, y en sede judicial ni siquiera requieren ser alegadas. Por cuanto son de oficioso pronunciamiento, es decir, quien la aduce ni demostrar legitimación requiere. Es el orden jurídico, el bien protegido. Esas son las reglas, y había que ceñirse a ellas, así no fuera, López Maya, vocero de las nuevas mayorías reintegradas desde este 20 de julio.

 

        Lo que siguió, es ejemplarizante: Un miembro de la coalición gobernante fue elegido presidente del Senado, con el voto de la oposición. De antemano, el oficialismo lo daba por derrotado, pero se hizo elegir con la palabra y un discurso inobjetable. Como debe ser en un Parlamento. 54 a 50 y un voto nulo, aunque la diferencia de 1 hubiera dado igual. Mayoría es mayoría.  Es la democracia, a la que algunos dicen estar dispuestos a defender a fuego, y de esos hay muchos que lo han hecho, así hubiera sido a costa de sacrificar inocentes, maestro, que los hará recordar a Pirro en Ásculo en el 279 a.C. Pero, como dicen en mi tierra, ¡en política no hay muertos, sino “privados”! (léase: desmayados), frase preferida del Notario de San Alberto, dilecto amigo que lleva nombre de un triunfador que también sufrió grandes derrotas.


        En la Cámara de Representantes no hubo sorpresas. Solo se pudo advertir que al contabilizar los votos, hubo un voto en blanco. El secretario declaró elegido al Representante Calle Aguas "por unanimidad". Debió ser, salvo mejor criterio, un error, por la emoción del momento, porque solo se da ésta cuando realizado el escrutinio todos los votos contabilizados se emiten por un solo candidato. El voto en blanco depositado en la urna no tuvo el mismo sentido del resto de papeletas. Cosa distinta del voto nulo, o la abstención, por expresa disposición legal.

 

        Ahora bien, nadie ni nada impide que por esas formalidades, los actos puedan ser considerados viciados, e impugnados, demandados, o recurridos, incluso por los mismos congresistas. Eso es, por supuesto, un derecho inalienable, y el interés a invocar será el general o social. Y si ello llegare a ocurrir, seguramente habrá fórmulas de avenencia, a la que se llega con el respeto y la concordia, y no con el insulto y la maledicencia.


        En fin, lo que termina bien, seguramente comenzó bien.

 


P. D. Iván Name Vásquez, todo un señor, libre y coherente. Le corresponderá manejar esta Nave con mucho tino. Como Gran Comendador solo queda decirle: ¡Buen viento y buena mar!


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