Nagyszentmiklós.

En defensa del vangaurdismo musical.


Eugenio Gil Gil

(Publicado en abril de 1991, en "Memorias", revista del Encuentro Nacional de Bandas Folclóricas de Sincelejo)

    Nagyszentmiklos ¿Qué dice para usted esta palabra? Seguramente...¡nada! ¿Qué significa ella para la música de nuestras bandas? ¡Mucho! Es el nombre de una aldea, antes del imperio austro-húngaro, y desde 1920 rumana, hoy conocida como Sânnicolau Mare. ¿Qué relación tiene ella con el género musical colombiano denominado porro? ¿Acaso...? No. Sigue siendo nuestro, americano y Caribe. Pero allá, entre campesinos que araban y cultivaban la tierra como acá, nació y creció el genio de Béla Viktor János Bartók (1881-1945), compositor desde su juventud, pianista brillante, folclorólogo profundo. A los cinco años ejecutaba cerca de 40 piezas para piano y a los doce dio su primer concierto.


     Hijo del director de una escuela agrícola y una maestra de música, pobres, quedó huérfano de padre desde los 8 años. Este gitano de la investigación musical se dio a la tarea de formular verdaderas leyes para el estudio del folclor, con las cuales revolucionó la musicología en general. Su andadura musical se vio marcada por los varios pueblos donde debió mudarse con su familia. Nacido en la confluencia multicultural de húngaros, rumanos y serbios, pasando por otros ucranianos, polacos y alemanes, a los veintiún años escuchó a una niñera cantar, a los niños que cuidaba, piezas folclóricas. Lidi Dóza le marcó su camino.

















     Luego de un proceso de asimilación de los grandes maestros, de Bach a Brahms, de Liszt y Wagner, Bartók fue descubriendo los valores tradicionales de su cultura e hizo el "retorno", es decir, volvió a la música popular (no popularesca o ciudadana), la de sus origenes campesinos, fuente perenne de arte, en la que halló material para renovar con fórmulas rítmicas, más libres y variadas, armonías con mayor vitalidad expresiva, recreando el pasado auténtico que, solo así, podía conservarse.


    Béla no fue el primero en recoger los tradicionales cantos y danzas de su pueblo. Pero, como uno de los fundadores de la etnomusicolgía atinó, como nadie antes, al enseñar la forma de hacer la recolección de esa música popular, a fin de rescatarla y transformarla, para poder prolongarla en el tiempo, verdadero acto de voluntad creadora, poniendo término al mito de la intangibilidad del folclor.


     Aún, hoy, se escucha a "expertos" propugnar, con extremado celo, por la conservación del pasado musical, como si tratárase de osamentas primitivas guardadas con rigor en frios e insonoros museos. La música, incluyendo la folclórica, no es inmutable, pues, como el fuego, muda de manera constante y de manera imperceptible. O.F. Meier, musicólogo alemán, sostuvo en 1869:


"Cada vez que se canta una canción, ella sabe a actitudes nuevas y es por ello por lo que la misma canción, como en el campo lingüístico la misma frase, por más breve que sea el intervalo, jamás sera cantada o dicha de modo igual, aunque no haya intención de cambio" (cit. en Béla Bartók: Escritos sobre música popular, Mexico, Siglo XXI, 1985, p.13).


     He aquí la dialéctica del folclor, la lucha entre desaparecer y conservarse, en este caso nunca como fósil arqueológico. ¿Y el papel de los folclorólogos? Rescatarlo para recrearlo, y, si es necesario, adaptarlo, y transformarlo críticamente para poder difundirlo. Entonces, así, mantenerlo vivo. Llevarlo a los grandes auditorios y mostrarlo orgullosamente, como símbolo de identidad de un pueblo. Para ello no debemos temer a la innovación hecha con arte, con genialidad estética. De este modo sí puede superarse el complejo establecido por el muro existente entre la música popular y la música culta, y vencer las bizantinas disputas regionales sobre el origen de ritmos, cantos, danzas, y demás expresiones artísticas del pueblo. En la naturaleza está todo el material sonoro que el músico debe seleccionar para su creacion. Ese no es parimonio de nadie. De su ingenio depende transformarlo. Su originalidad radica en este proceso. Escribió Bartók en 1931:


"La música popular alcanza importancia artística solo cuando por obra de un gran talento creador consigue penetrar en la alta música culta y, por lo tanto, influir sabre ella" (ob. Cit. P. 87).


Una interdeterminacion positiva, que equilibre lo auténtico con lo nuevo. El pasado y el presente.

Sincelejo, abril de 1991.